Australia es una mezcla irresistible de paisajes que cortan el aliento, ciudades que laten con energía propia, vinos que cuentan historias y arrecifes que respiran vida. Desde el primer paso, este continente-isla despliega su generosidad sin medida.
En la costa este, la Gran Barrera de Coral se extiende como un mosaico vivo bajo el agua, mientras que Sídney y Melbourne ofrecen cultura, diseño y gastronomía con carácter. Al interior, el desierto rojo de Uluru se alza como un corazón ancestral, y los bosques tropicales del Daintree murmuran con biodiversidad milenaria.
Australia es vino en el valle de Barossa, surf en Bondi Beach, arte aborigen en el Territorio del Norte y café perfecto en Fitzroy. Es un país que no se agota en una sola visita, porque cada rincón guarda una sorpresa, y cada experiencia deja una huella.
Tasmania
Al sur del continente australiano, Tasmania se despliega como un secreto bien guardado. Una isla de paisajes crudos y belleza intacta, los bosques son espesos, las montañas se alzan como guardianes silenciosos, y el aire tiene aroma a eucalipto y mar.
Desde los picos imponentes de Cradle Mountain, donde los lagos reflejan cielos que parecen pintados, hasta las playas de Wineglass Bay, con su curva perfecta y aguas turquesa, Tasmania es una sinfonía de contrastes. Puedes caminar entre helechos gigantes, escuchar el crujido de la tierra bajo tus botas, y encontrarte cara a cara con un wombat o un demonio de Tasmania en plena libertad.
Pero no todo es naturaleza. En Hobart, la capital, el arte contemporáneo desafía la mente en el provocador museo MONA, mientras los mercados locales ofrecen ostras frescas, quesos artesanales y vinos que nacen en valles escondidos. En Port Arthur, las ruinas de un antiguo penal cuentan historias duras, pero necesarias, de los orígenes coloniales de la isla.
