Al otro lado del mundo, en pleno Pacífico Sur, Aotearoa, el nombre en Maorí de Nueva Zelanda, se despliega como un escenario natural sin límites. Es tierra de volcanes dormidos, fiordos que cortan el aliento, lagos que parecen espejos y ciudades que vibran con cultura y carácter. Aquí, cada día puede empezar remando sobre aguas translúcidas y terminar en la cima de una montaña, con el viento en la cara y el horizonte abierto.
Nueva Zelanda es un paraíso para los amantes de la naturaleza, pero también para los que buscan adrenalina, belleza, silencio o conexión. Desde los paisajes cinematográficos de la Isla Sur hasta los bosques ancestrales de la Isla Norte, Nueva Zelanda despierta una curiosidad casi infantil: la de querer verlo todo, tocarlo todo, vivirlo todo.