OMÁN

El secreto mejor guardado de Arabia.

Omán es ese país que parece esconderse a plena vista, intacto, auténtico, como si el tiempo lo hubiera protegido del ruido. Aquí, el viajero recorre paisajes y los habita.

Desde los zocos vibrantes y los palacios ornamentados de Mascate, donde el incienso aún perfuma el aire, hasta los wadis escondidos entre montañas, donde pastores locales guían sus rebaños como lo han hecho durante siglos, Omán se despliega como un tapiz de contrastes.

Las playas de la península de Musandam, con sus aguas cristalinas y acantilados dramáticos, parecen esculpidas para la contemplación. En el desierto de Wahiba Sands, las dunas se ondulan como mares de fuego, y el dune bashing se convierte en danza sobre la arena. 

Todo comienza en Mascate, donde el mar se funde con la arquitectura blanca y el incienso perfuma el aire. La Gran Mezquita del Sultán Qaboos se alza como un poema de mármol, y el zoco de Muttrah vibra con especias, joyas y voces que parecen venir de otro tiempo. Pero el verdadero viaje empieza cuando se deja atrás la costa y se asciende hacia las montañas.

El camino serpentea por los Hajar, y poco a poco el paisaje se vuelve mineral, vertical, majestuoso. Jebel Shams —la Montaña del Sol— se eleva como el techo de Omán, y a sus pies se abre el Wadi Nakhar, el Gran Cañón del país. Las paredes caen a plomo, el silencio es absoluto, y el vértigo se mezcla con la belleza. Caminar por sus senderos es como flotar entre abismos.

El aire se vuelve más fresco, más puro. Dormimos bajo las estrellas, en un campamento donde el silencio es tan profundo que parece sagrado. Las constelaciones son el techo que se observa.

Al amanecer, despiertas entre las aguas esmeralda de Wadi Bani Khalid, rodeado de palmeras y rocas doradas. Luego, el desierto: Wahiba Sands se abre como un mar de fuego. Deslizas la tabla por las dunas, sigues el viento hasta Al Hamra y Misfat al Abriyeen, pueblos de barro y terrazas suspendidos en el tiempo.

Khalouf es secreto y calma: arena blanca, mar cristalino y pescado asado al fuego frente a las olas. En Sinaw, el zoco beduino vibra con plata, dagas y telas. Más allá, Wadi Ghul revela el Gran Cañón de Omán y las montañas de Hajar sus paisajes infinitos.

En Wadi Ani Hauf, la aventura es pura: caminos off-road, acantilados y palmerales que llevan de regreso a Mascate. Y al final, Nizwa, antigua capital y guardiana de la memoria: su fortaleza domina el zoco donde aún se negocia el ganado como hace siglos.

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